Molts poden
pensar que a Espanya no queden persones intel·ligents, però no és veritat. Com
a mostra, aquest article de Suso del Toro, publicat avui a eldiario.es.
La mitad de Catalunya no está
loca (la otra mitad tampoco)
Como no vivo en Catalunya, cuando busco
información u opinión me encuentro expuesto a los medios de comunicación no
catalanes que estos días más que nunca no paran de hablar de los catalanes. Por
supuesto, tanto los informantes como los opinadores de esos medios hablan desde
un mismo lugar y, con algunos matices, desde el mismo punto de vista. Es muy
difícil poder oír las opiniones de esa mitad de catalanes que no solo pretende
la autodeterminación, como desean los tres cuartos, sino que pretenden
directamente un Estado propio. Excluir la opinión de esa mitad de catalanes que
quieren la independencia cuando se habla precisamente de ellos solo se puede
explicar de dos modos, o bien se censura su opinión conculcando la democracia o
bien se les desconsidera como personas alienadas, locas.
Mi opinión, basada en un muy relativo
conocimiento de ese país que me resulta tan curioso y que me ha enseñado cosas,
es que no: los catalanes están muy cuerdos. Tanto los tres cuartos que desean
la autodeterminación, como el cuarto que no la desea; tanto la mitad que
pretende tener Estado propio como la mitad que no lo pretende.Aún más, creo que
son una población mucho mejor informada que el resto de la población española
y, por tanto, que sus deliberaciones las hacen con mejor criterio y sin
engañarse tanto. En Catalunya es posible leer, oír y ver los medios de
comunicación madrileños, esos que los ignoran, y además los medios catalanes.
Además, una parte de los medios catalanes están a favor de una postura y otra
parte de la contraria.
Claro que hay denuncias de periodistas sobre
manipulación de los medios públicos catalanes a favor de una postura pero ¿qué
habría que decir de la práctica totalidad de los medios públicos y privados
españoles acerca de la manipulación informativa? Habría que denunciar la pura
manipulación, pasando por la censura y el insulto.Y tampoco esos tres cuartos
de la población que quiere autodeterminación ni la mitad que quiere
independencia son más malvados que la media de la ciudadanía española,
simplemente se hartaron. Mejor dicho, los hartaron.
Los hartó una España que ni siquiera
aprendió a decir sus nombres: una España que ni siquiera se molestó en aprender
a pronunciar el nombre del presidente de la Generalitat, del que hicieron un
malvado de cuento infantil. Le llaman ‘Ártur’, parodiando un inglés mal
hablado, en vez de Artur, simplemente. Ya eso resumiría la actitud de España
hacia Catalunya, ni siquiera saben sus nombres para denigrarlos con propiedad.
La hostilidad xenófoba hacia los catalanes parece algo tan natural porque se
basa en la histórica ignorancia.
“Envuelta en sus harapos desprecia lo que ignora”
“Envuelta en sus harapos desprecia lo que ignora”
En la ignorancia y en la envidia. Solo la
envidia explica que presidentes de autonomías traten con desprecio ofensivo a
la población catalana, cuando si ellos existen, si existen sus autonomías es
debido a la lucha democrática de las nacionalidades por su autogobierno. Y
nunca, nunca, nunca han sentido el deber de dar unas educadas gracias.Como
ahora denuncian que si los catalanes se independizan otras partes del estado
perderían transferencias de dinero, pero nunca antes han sentido el deber de
dar unas educadas gracias. Tampoco la cortesía es una virtud nacional. Pensaba
titular este artículo “Cuando fui federalista”, pero no es exacto porque nunca
lo fui. Desde hace cuarenta años me parece que no soy nada acabado en “ista”, a
lo mejor hago mal. Nunca idealicé la Constitución vigente, desde un principio
fui crítico con sus limitaciones de carácter social y nacional, sin embargo
intenté vivir y convivir dentro de ese marco. Participé modestamente en
intentos de promover otra idea de España y el federalismo. Cuando no encontraba
uno frialdad o desdén encontraba hostilidad, ésa fue mi experiencia.Como lo he
vivido puedo contarlo. Ahora que todos van a ser federalistas particularmente
no les creo, creo que mienten de forma interesada y algo tan delicado e
importante como es la convivencia democrática no se levanta sobre la mentira.
Sobre falsedades convenientes se levantaron estas décadas tras el 23-F y
condujo a esta España nuevamente ignorante e incívica.
Hace ya unos años que las posibilidades del
régimen nacido de la Transición fueron experimentadas hasta el límite y están
agotadas de forma terminante. Por un lado, la oposición y el boicot efectivo de
la derecha española a la ley de Memoria Histórica, que pretendía crear un
consenso nacional, una memoria compartida, dando encaje dentro de un consenso
nacional español. Y, por otro lado, la campaña xenófoba y el recurso contra el
‘Estatut’ y la consiguiente sentencia del Tribunal Constitucional. En esa
operación política participó el Estado entero, no solo el PP, también sectores
del PSOE, el poder judicial y hasta el ejército nos recordó que tiene su
ideología, y qué ideología. En cerrarle el paso al reconocimiento nacional y un
lugar a Catalunya no faltó nadie.
Con esta España no hay nada que hacer que no
sea un cuestionamiento de sus mismas bases ideológicas, económicas y políticas.
Hoy por hoy no hay ningún proyecto de España. Todo es tan patético que se
resume en la figura de Mariano Rajoy, un político que se opuso militantemente a
la Constitución y al Estatuto de autonomía de Galicia en su día y que,
finalmente, es el dueño de la Constitución. Ahora dice que, ya que es suya, la
va a cambiar. Quédesela, hombre.A su lado solo hay propuestas como reconocer la
“singularidad” catalana, o vasca, o…
A estas alturas. Todos somos singulares,
cada uno de nosotros, nosotras, cada región, cada nación, cada pueblo… Lo que
ocurre con Catalunya, señores y señoras, es que es una nación. Lo era antes, lo
es y lo va a ser, con o sin estado. Ahora es tarde para reconocer su
“singularidad” o incluso que son una nación, por no haberlo reconocido a tiempo
hay lo que hay. El problema no es Catalunya. El problema es España. O Madrid. O
lo que sea. Y puede que la independencia sea lo mejor. A lo mejor toda la gente
que nunca quiso conocer a ese país catalán, que siempre lo ignoró, quedaba más
tranquila independizándose al fin de Catalunya.
Habrá quien piense que me preocupo demasiado
de los catalanes y que ya ellos se saben defender, pero mi motivo no es la
preocupación por esa gente sino por nosotros, las personas que vivimos en este
Estado y se nos niega la información y se nos pretende manipular. Lo que me
preocupa es la falta de democracia en España. Defender la democracia en España,
desde hace unos años y hoy por hoy, es principalmente exigir que se respete a
la ciudadanía catalana, que no se le trate como a dementes.Y a nosotros como
niños y niñas, porque no lo somos.
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